Torineko - flores

FICHA TÉCNICA

La leyenda.

Durante un viaje a Chiloé, un oriundo me relató la leyenda del torineko, un árbol cuya madera tenía la capacidad de volar. Mientras estaba vivo, las raíces lo mantenían sujeto a la tierra. Una vez talado, para evitar que se fuera flotando, era necesario atarlo con una cuerda al tronco de otro árbol. En un archipiélago de navegantes, su madera era especialmente apreciada, debido a que las embarcaciones fabricadas con torineko solían ser rápidas y ágiles, y parecían no tocar el agua cuando navegaban.

Mi historia.

Esta leyenda quedó dando vueltas en mi cabeza y, por un buen tiempo, pensé que hablaba de objetos absurdos e incluso mágicos. Pero estaba equivocada. El mito de torineko hace referencia a situaciones imposibles.

Todas mis obras son autobiográficas. A través del arte expreso situaciones que me han afectado, que me han hecho sufrir. Esta obra no es la excepción y nace de la experiencia de haber sido diagnosticada de cáncer de mama, haber experimentado una masectomía y varias sesiones de quimioterapia. El cáncer de mama es la primera causa de muerte de mujeres en Chile. Cada día tres mujeres mueren a causa de esta enfermedad y cada tres horas se diagnostica un nuevo caso. A pesar de las contundentes estadísticas, es muy poco lo que se habla del impacto que esta enfermedad tiene sobre las personas. Hay un antes y un después del cáncer. El diagnóstico ya es una bomba atómica. Todo lo destruye y lo modifica: planes, prioridades, cuerpos y relaciones. El tratamiento, en cambio, nos pone como pacientes en una situación imposible: nos deja a la deriva, como náufragos, porque no fallecemos, pero nos sentimos morir. El tratamiento es una muerte a gotas, porque envenena a las células cancerígenas y, en el proceso, también mueren las células sanas.

La obra.

Tal como el torineko, para no salir arrancando, me aferré a lo que pude: a la vida, a mi pareja, a mi familia, a mis proyectos y a la esperanza de que todo, en algún momento, terminaría. Entonces, tiré un cable a tierra. Con el paso de los días, mientras más mal me sentía, el cable se iba adelgazando hasta convertirse en un delicado hilo. Por esta razón, el hilo es la materia prima de las distintas series de obras textiles que integran esta exposición.

La primera serie consiste en flores bordadas, que son las que habrían adornado mi ceremonia fúnebre. Decidí bordarlas para representar el hilo que me mantuvo con vida. En un instante del tratamiento en que me sentía verdaderamente mal, me imaginaba sumergida a un metro bajo del agua, aferrada a un cordel de un volantín rojo que se encumbraba lejos en el cielo. Ese hilo es el que dibuja estas flores funerarias. El lenguaje estético de ellas es la combinación entre la ornamentación excesiva y exuberante de klint y las flores de plástico, que se ven en los cementerios.

La segunda serie se asocia a las alfombras de flores de semana santa; tapetes florales que marcan el camino hacia la crucifixión, muerte y resurrección simbólica de la figura de un Cristo católico. Mis alfombras marcan el trayecto hacia una muerte que no ocurrió. Por eso, mis alfombras no son de flores, sino pompones de lana que hablan de la contención, el cariño y la preocupación que me rodeó en todo momento.

La tercera serie son los coladores bordados, también ornamentales, objetos que han perdido su función y que han quedado sujetos en un limbo.

Artista referente: Faig Ahmed / Gustav Klimt